En 1891, Wilhelm von Osten mostró en público algo en lo que había estado trabajando en los últimos años: Hans der Kluge, más conocido como Clever Hans (Inteligente Hans), un caballo que sabía realizar operaciones de aritmética. Todo un espectáculo en el que muchos eran los curiosos que querían ver esa asombrosa atracción.
En la segunda mitad del siglo XIX varios fueron los científicos que intentaron demostrar que los animales poseían una inteligencia muy superior a lo que hasta entonces se había pensado, todo ello desarrollado a raíz de las publicaciones de Charles Darwin en las que hablaba de la descendencia animal del ser humano.
Las plazas y teatros se abarrotaban de curiosos que querían observar al nuevo fenómeno. Era un tiempo en el que las demostraciones ambulantes de todo tipo de rarezas o prodigios triunfaban y conseguían un gran número de espectadores que asistían a cada función.
La demostración comenzaba con Clever Hans siendo capaz de resolver sencillas operaciones,como cuál era el resultado de sumar 2+3, y respondía a base de golpear con el casco de una de sus patas contra el suelo. Pero el espectáculo iba subiendo poco a poco la dificultad en las preguntas que Wilhelm von Osten iba realizando al animal. Preguntas tales como el día de la semana en el que estaban, decir el número de letras que contenía cualquier palabra dicha por un espectador o incluso decir la hora.
Von Osten había ejercido durante la mayor parte de su vida como profesor de matemáticas y era un adiestrador aficionado de caballos, lo que ambas cosas lo llevaron a poder conseguir la proeza de enseñar a realizar sencillas operaciones aritméticas a su animal.
Pero no tardó en aparecer quien puso en duda que realmente Clever Hans supiese realizar todas esas espectaculares operaciones, sin que se escondiese algún tipo de truco tras el espectáculo.
Varias fueron las comisiones de científicos que intentaron investigar cómo había logrado enseñar o incluso averiguar cuál era el engaño por el que el instructor lograba hacer que el caballo respondiese acertadamente.
En 1904 el psicólogo Carl Stumpf fue uno de los que más empeño le puso para destapar la trampa, convencido de que era imposible que ese caballo tuviese una inteligencia superior a la de los demás equinos.
Tres años después, los estudios llevados a cabo por el también psicólogo Oskar Pfungst fueron conocidos como "el Efecto Clever Hans" y en ellos explicaba cómo el animal llegaba a responder correctamente gracias a algún tipo de estímulo o señal realizada por su instructor.
En el 90% de las pruebas realizadas a Clever Hans sin la presencia de Wilhelm von Osten dieron un resultado erróneo, mientras que cuando éste se encontraba presente el caballo respondía mayoritariamente de forma correcta.
Pfungst supo demostrar que en realidad el caballo acertaba si la persona que le formulaba la pregunta sabía la respuesta y, por el contrario, si ésta desconocía la solución Hans la fallaba.
Aun y así, muchos fueron los que defendieron las teorías y trabajo de von Osten, argumentando que el animal no acertó por culpa de sentirse presionado ante las pruebas de los expertos contratados para llevar a cabo las investigaciones.
A pesar de las voces discordantes, el fenómeno de Clever Hans se hizo famoso en toda Alemania, llenando hasta los topes cada vez que se presentaba en un espectáculo y las conclusiones presentadas por Pfungst pasaron de largo para el gran público, aunque su estudio quedó como uno de los más importantes en su campo.